El jueves dos de abril próximo pasado fui invitada a Desayunando con la Noticia, canal 7 de Punta del Este a hablar sobre la lamentable tragedia del avión de Air France. Claramente el suceso no fue un accidente sino un suicidio y homicidios como el que podría cometer una persona que con un arma mata a otras y luego se suicida. Había en ese acto una clara intención suicida y por sus consecuencias homicida. No sabemos cuán consciente fue esa persona de su deseo de matar a las otras pero la actitud para con sus vidas y la acción cometida derivó en ello.
Pero ¿podríamos pensar que alguien con las mismas intenciones pero sin hacerlas consciente comete un “error”, que por sus características de falla humana, enmascara el impulso del acto destructivo?
Si ante el horror de esa posibilidad sin reflexionar siquiera decimos que no, solo nos queda pensar que fue el destino, la fatalidad o el azar.
El azar es el nombre que le ponemos muchas veces a un “desastre” que hemos cometido pero que reconocernos protagonistas nos resultaría intolerable.
“Es de pública y preocupante notoriedad que los accidentes de tránsito son una de las principales causas de muerte en nuestro país en adultos jóvenes. A pesar de todas las acciones tendientes a evitarlos, las cifras continúan aumentando. Es un suceso vital que nos sacude e inevitablemente nos hace reflexionar. Muchos profesionales se ocupan del tema desde distintos campos: ingenieros, arquitectos, fuerzas policiales con responsabilidad vial, etc. Sus contribuciones son indudablemente necesarias y valiosas, pero no suficientes.
Ellos se ocupan principalmente de las causas físicas, mecánicas o ambientales. Sin embargo, hay coincidencia en atribuir al factor humano la principal responsabilidad en la génesis de los accidentes, adjudicando la importancia mayoritariamente a los errores que por imprudencia o negligencia cometen las personas. Como psicoanalistas trabajamos abordando el fenómeno desde una perspectiva humana. Con otros instrumentos de comprensión.
La vertiginosa evolución cultural coloca al hombre cada vez más en una situación de conflicto entre sus deseos y lo que la restricción social le impone, acrecentado por los cambios del progreso. Progreso, cambio y conflicto, están íntimamente relacionados. Accidentarse es una de las formas en que emergen los aspectos inconscientes en pugna ante determinadas situaciones vitales, coparticipando en la producción del accidente. El desconocimiento hace que se le otorgue poca importancia a la participación de estos aspectos inconscientes y por lo tanto se desestime o no se evalúe en profundidad este modo de expresar lo que a las personas les sucede.
En el año 1988 realicé una formación Intensiva en CIPEA (Centro de Investigaciones Psicológicas para el Estudio y Prevención de los Accidentes), dirigido hasta el día de hoy por el Dr. Julio Granel, un destacado médico y psicoanalista argentino dedicado a la investigación de la comprensión psicoanalítica del accidente y de las personas accidentadas.*1
Su institución realiza docencia, asistencia y publicaciones en este tema específico, hasta el día de hoy. Si bien los accidentes de tránsito son los más frecuentes, el Centro los estudia en otras modalidades, como pueden ser los náuticos o aéreos, con la participación de otros agentes, como el fuego o agua, tanto en situaciones individuales como colectivas. Todas las investigaciones se basan en desarrollos de la teoría psicoanalítica y sus aportes se dan a conocer en publicaciones argentinas e Internacionales.
Uno de los trabajos más destacados e interesantes escritos por Granel, pionero en el análisis de accidentes colectivos, es “Un Accidente en Nuestra Cultura, Estudio Psicoanalítico sobre la Tragedia del Challenger”, que fue presentado en 1997 en el 35º Congreso Psicoanalítico Internacional de Montreal.
Cito estas fechas tan lejanas para dar cuenta de cuánto hace que investigaciones tan importantes vienen realizándose en procura de aportar más elementos de comprensión a este síntoma tan frecuente, tan trágico y cuánto cuesta lograr que el consenso y las personas presten atención y reflexionen sobre él.
Consideraciones teóricas generales sobre el accidente
Según la Real Academia se define al Accidente, como la “calidad o estado que aparece en alguna cosa sin que sea de su esencia o naturaleza”.
La palabra “accidente” deriva del verbo “accido”, que significa caer, venir a parar, acaecer, cortar, destruir, arrancar. Estas definiciones indican que un objeto, al sufrir la acción del verbo, es modificado en su esencia. Por lo tanto un accidente se presenta como un suceso eventual que altera el orden regular de las cosas. Como un hecho azaroso, vinculado con la fatalidad y el destino, a pesar de que se reconozca el factor humano.
El azar y la intención son dos aspectos de una misma realidad, son dos formas de interpretar los sucesos del mundo que, en el caso del accidente, están siempre presentes, aunque en proporciones variables según las circunstancias.
Los elementos constitutivos de todos los accidentes son: a) el intento de disimular la falla, la intención o el error consiente, b) la participación o la cercanía con la agresión o la tragedia, c) atribuir siempre un lugar al azar o la casualidad, d) el temor a que al ser develada la trama del accidente el sujeto quede inevitablemente expuesto en su responsabilidad, e) recordemos que la acción es una forma de comunicación humana, sea cariñosa, amable o aún violenta.
La investigación de estos sucesos inesperados y violentos se basa en entender este particular modo de interacción entre el individuo y su ambiente.
Desde el punto de vista psicoanalítico hay premisas que funcionan como “verdades”, las cuales debimos reformular para posibilitar la investigación.
En primer lugar, como dice claramente el Dr. Julio Granel*2, no se trata de negar la existencia del azar, pero cuando éste se opone a la investigación, le estamos otorgando el lugar de una resistencia y esto es así cuando opera como punto de partida que obtura la investigación científica.
En segundo lugar, todo hecho humano que implica agresión o daño genera culpa, lo que nos impulsa a alejarnos de la posibilidad de protagonismo. Si nos abruma la culpa, se obtura la capacidad de entender el o los mensajes que los accidentes tienen.
En tercer lugar, Freud hizo un aporte significativo, de gran utilidad para el tema que nos ocupa, cuando planteó el “acto fallido” como ciertos actos aparentemente sin intención desde la observación consiente, pero plenos de sentido para la motivación inconsciente. Son acciones aparentemente torpes, faltas de destreza o descuido, producto de la casualidad. El acto fallido más frecuente es el que llamamos ”lapsus”, es decir el error verbal, pero también están los que involucran cierta agresión o daño a los objetos, sin afectar la integridad de las personas.
La intencionalidad inconsciente quedó al descubierto en la investigación cuando se pudo comprender que la palabra que aparentemente no quería decirse, en realidad el sujeto deseaba expresarla, o que el objeto roto por casualidad se consideraba en cierto modo molesto o desagradable.
Todos los aspectos estudiados concluyeron en que el accidente es un acto fallido en el que se pone en riesgo la integridad corporal e implica un daño a sí mismo, al entorno y a los objetos. La cualidad o capacidad de accidentarse nos comprende a todos, es inherente a nuestra condición humana. Cualquier persona puede tornarse temporalmente con mayor disposición a accidentarse. Más adelante veremos cuáles son esas condiciones facilitadoras. Todo acto humano posee una significación o un sentido, ¿cuál será, entonces, el mensaje que está contenido en el accidente?
Intentaremos resumidamente explicar lo que la investigación ha permitido comprender. Dada la complejidad del tema, lo haremos en el lenguaje menos técnico posible, aunque es difícil simplificar algunos conceptos, pero sin duda la historia y su análisis contribuirán a facilitar su comprensión.
Los accidentes se vinculan fundamentalmente con crisis de cambio de difícil elaboración. Esta relación parecería muy inespecífica pero no olvidemos que movimiento y cambio están íntimamente relacionados y el accidente siempre involucra el movimiento. Intervienen en ese escenario tres elementos: las personas, los objetos y el entorno.
Los accidentes de tránsito son los que mejor se prestan para expresar estos conflictos, ya que se transita por la calle como se transita por la vida y de hecho en el desarrollo del niño la posibilidad de accidentarse aumenta enormemente con la deambulación.
Los cambios a los que aludimos son vivenciados como traumáticos, de difícil resolución, que no involucran solamente situaciones que la vida presenta, sino que también puede tratarse de cambios de la propia persona. Se generan entonces emociones internas intensas que se desean expulsar, sacar fuera de sí por sentirlas intolerables. La acción violenta directa, contra otros o contra sí, permitiría expresar lo mismo, pero en esos casos la persona queda indudablemente expuesta y comprometida.
Además, si se pudiera expresar de esa manera, aunque fuera inadecuado, se tendría más conciencia de lo que está pasando. En cambio, el accidente es una espacie de “teatralización” en el espacio externo de lo que sucede en “la realidad interna inconsciente”, de lo que se está reprimiendo, en el que el director del guión es a su vez el protagonista principal. De esa manera se libera lo reprimido enmascarado en un hecho azaroso donde su protagonismo es menor. Aunque la persona queda expuesta en su responsabilidad, también es víctima, lo que aumenta la tolerancia del entorno, disminuyendo la culpa.
Para que el accidente se produzca se necesita una alteración del sistema de percepción y conciencia, a lo que se le ha llamado “estado sonambúlico”. No es la anulación del sueño pero tampoco la claridad de la lucidez plena.
En toda vivencia de conflicto o situación vivida como estresante hay una cierta alteración de conciencia, una suerte de división invisible, porque el yo está obligado a relacionarse con la realidad, pero también exigido a prestar atención a lo que habita en su interior. Lo que llamamos distracción, que induce al error o al acto fallido puede, cuando lo vivenciado es muy intenso, llegar a ese estado de obnubilación transitoria donde se alteran las capacidades perceptivas y se facilita el accidente.
Si bien el alcohol, como otras sustancias lo favorecen, no lo crean, porque hay accidentes sin consumo de ninguna especie. Como podría decir la crónica policial: con la carretera despejada y con buena visibilidad por “causas que se desconocen” el conductor salió de la misma y chocó contra el alambrado.
El accidente es también, aunque de un modo inadecuado, un intento de resolución de las crisis de cambio. Por eso se dice que hay accidentes para intentar resolver el cambio o para tratar de impedirlo y que todo siga igual. La película “Entre dos amores”, protagonizada por Sharon Stone y Richard Gere, del director Mark Rydell, en una excelente dramatización de lo anteriormente expresado.
El Centro de Bs. As., realiza una importante labor asistencial y preventiva.
En lo Asistencial “ofrece a la comunidad en general una asistencia psicológica acorde a las necesidades de nuestro tiempo y en lo específico una asistencia especializada en lo referido al estudio, prevención, terapia y recuperación del paciente accidentado cualquiera sea su nivel de edad y problemática”
En todo paciente que consulta por un accidente se realiza una Evaluación Psicológica Específica, que es la misma que aplicamos en nuestra Clínica, que puede incluir al paciente y a su familia, luego de la cual se realiza una Devolución con la o las indicaciones psicoterapéuticas correspondientes.
Resumiendo: el accidentarse es una de las formas en que podemos expresar nuestras dificultades y conflictos ante los cambios vitales que resultan difíciles de elaborar. Esa dificultad genera intensas emociones que es imperioso expresar. En determinado momento las circunstancias se conjugan de una manera tal que nuestro yo consciente se obnubila y nuestro yo inconsciente es capaz de “armar” con los objetos, las personas del entorno y su propio protagonismo, el aparente acto azaroso que le permite expresar lo que siente para sacarlo fuera de sí.
Cuando el accidente involucra daños físicos, se integra la significación del tipo de daño corporal y de la función o zona comprometida. Es decir: ¿por qué ese daño y no otro?, ¿cuál es el conflicto inconsciente que compromete esa parte del cuerpo? Para la comprensión de estos aspectos, contamos con todos los desarrollos de Dr. Luis Chiozza sobre el simbolismo de cada zona corporal.Esta expresión en la realidad, en el afuera y a veces en nuestro cuerpo, también es una forma de mensaje para uno mismo y para los otros de lo que nos está sucediendo. Es bueno aprovechar la oportunidad de reflexionar para comprender ese mensaje y encontrar un camino menos dañino de comunicación”.
Este fragmento corresponde a uno de los capítulos de mi último libro A PURA REALIDAD, Edición Independiente, Diciembre 2014 Montevideo. En dicho capítulo se relata una historia verídica, las sesiones con material del paciente, y el análisis de dichos contenidos.
Gladys Tato
Referencias
1 - CIPEA. Gorriti 3595 1º piso (1172) C.A.B.A. Argentina.
2 - Dr. Granel, Julio. “Sobre Accidentes, Accidentados y el Accidentarse. Aportaciones para una teoría general”. Presentado en el CIMP el 5 de noviembre 1976. Buenos Aires. (Inédito)