Einstein decía que el tiempo es una construcción, Freud destacó la atemporalidad inconciente en contraste con la cronología de la conciencia, Weizsaecker expresaba que el pasado ya fue, el futuro es incierto y en el presente se decide. Chiozza destaca que el recuerdo construye la noción de pasado y el anhelo la de futuro, pero vivimos en un permanente presente. Ese presente que nuestra percepción registra, como aquí y ahora y que nuestros afectos marcan la actualidad de su importancia.
Sin embargo el final de un año calendario o el principio de otro, sigue teniendo una impronta que siempre lo llena de balances, de recuerdos y de anhelos que desdibujan que no es más que otro presente.
Creo que la cronología de la vida que tiene un principio y un fin no es ajena, a la importancia excesiva que damos al tiempo calendario. Nacimiento y muerte se resignifican una y otra vez en lo que la conciencia marca como principio o como final. Ese orden cronológico muchas veces nos somete a un imperio absurdo de aquello que si no fue ya no será, o lo que tuvo que haber sido o lo que deberá realizarse imperiosamente pronto.
En muchos artículos he hablado de la importancia de considerar esa cronología porque la vida es finita, pero hoy quisiera destacar el riesgo de adherirse irreflexivamente a ella.
Por ejemplo es deseable que un año de aprendizaje se cumpla en un año calendario, pero es más importante aprender que demorar un poco más. Lograr un proyecto o una meta en un tiempo estimado es valioso, siempre y cuando hayamos estimado ese tiempo acorde a la oportunidad propicia que haga que esté “maduro” para concretarse.
No sólo en el proceso terapéutico las cosas se desarrollan en “proceso”, en la vida también. Por eso muchas veces cuando las pensamos en términos de pasado o futuro congelamos ese proceso y nos olvidamos de la parte de él que está sucediendo hoy.
El balance de los tiempos cronológicos es el balance del recorte presente de ese proceso, que será positivo o negativo visto desde el hoy pero que no refleja la totalidad del conjunto. Es más, cuando estamos viviendo un fracaso o una pérdida, el hoy es frustrante y negativo, pero en el momento de un nuevo presente cuando el duelo esté como decimos, elaborado, seguramente nuestra perspectiva será otra. Lo mismo pasa cuando el presente está teñido de una vivencia de éxito que no imaginamos que en el siguiente instante presente puede ser un efímero logro recuerdo del pasado.
Yo y mis circunstancias, nada más cierto pero difícil de aceptar. Circunstancias que cambian, Yo que cambio por las circunstancias o porque quiero cambiarlas. Movimiento y cambio permanente, por eso ¿balance de qué?, ¿balance cuándo?, ¿cuando el calendario lo marca o cuando mi presente me lo pide?
Si el presente y en el presente se decide, cada vez que lo hago sea conciente o no, hay un balance implícito que sostiene cada una de nuestras decisiones. Y eso es como el análisis, interminable.
Por lo tanto los fines o principios están más marcados por los proyectos a realizar o realizados que por fin de un año o el principio de otro.
Weizsaecker decía y con razón, que lo imposible es lo ya realizado porque murió como posibilidad al concretarse, lo importante es lo posible, lo que todavía está por hacerse.
De la misma forma que lo que llamo Yo es el recorte que de mí mismo define mi identidad en un momento, lo que llamo balance, es el recorte del proceso de mi vida o de procesos de mi vida que en un presente necesito por algún motivo realizar en el calendario de mi existencia.
Felices Presentes Fiestas para todos
Gladys Tato.