Gladys Tato

Psicoterapia General y Especializada en Pacientes con Trastornos Orgánicos

Basta escuchar cualquier informativo o programa periodístico para que la mayor parte de lo que sucede en la actualidad se exprese o se explique mayoritariamente cuantificado. La medida económica y/o estadística de evaluar las problemáticas parecería ser el principal modo de dar cuenta de las crisis por las que estamos atravesando.
Creo que presentar las cosas de esta manera es una forma de “objetivarlas”, pero también es un modo de deshumanizarlas, quizás como una manera de hacer más tolerable o disimulable las distintas formas y condicionantes comprometidas en el sufrimiento de las personas en la actualidad.

Existen muchas formas de mirar la realidad, de evaluarla. Necesidad innegable para reafirmar o cambiar el estado de las cosas. Cuantificar es uno de esos modos, sin embargo se ha ido transformando en el imperante en nuestra época. Todo parecería ser que es “cuánto”, para bien o para mal, para mostrar la baja de la mortalidad infantil como para dar cuenta de la alta mortalidad por violencia de género, para saber cuántos seguidores se tienen en twitter, cuánto nos conviene o no un crédito bancario, cuántas propiedades se le encontraron de Lázaro Báez, cuántas personas le pidieron a Messi que no se vaya de la selección o cuántas personas piden refugio en países europeos. Cuánto, cuánto, cuánto!!!

El cuánto lleva inevitablemente al % porque si de algo sirve cuantificar es para luego porcentualizar.

Y así entramos en la otra forma de ver la realidad: % de empleo o desempleo, % de la caída del salario real, % de aceptabilidad o popularidad de los políticos o sus decisiones, % de suicidios en la sociedad, en las cárceles. Porcentajes que basados en variables cambiantes precarias y recortadas se muestran como verdades tan absolutas e incuestionables como las cuantificadas.

Parecería que para que algo sea creíble tiene que ser medible o porcentualizable. Sin embargo hemos tenido y seguimos teniendo insuficiencias, fracasos y errores en las predicciones de estas formas de interpretar la realidad.

Quizás en honor al mundo de la imagen, junto con él ha crecido la mirada pretendidamente objetiva de la realidad, cuando se muestra en números y porcentajes, aún cuando quienes verdaderamente saben, no desconocen que la economía y la estadística son disciplinas que interpretan tanto la realidad como lo puede hacer la sociología o la psicología.

Siempre percibir es interpretar, pero existe en el consenso la equivocada creencia que la cuantificación y la estadística son más “objetivas”, y no es así.

Navegamos entre el mal intencionado uso de los que saben que lo anteriormente dicho es cierto, pero se amparan en las cuantificaciones para basar en ellas “lo científico”, lo verdadero y quienes aunque practican disciplinas que saben de la “superstición” estadística y su inaplicabilidad a la individualidad, son omisos por su silencio en defender otras formas valiosas y necesarias de mirar la realidad.

Tras el porcentaje de la devaluación del salario está el dolor de no llegar a fin de mes. La tasa de mortalidad infantil son vidas de niños que se pierden, duelos de padres que algunos se superan y otros que se hunden en una desdicha que nadie mide. Tras la cuantiosa riqueza está el afán de poder, la desafiante y omnipotente impunidad. Cuando un % supuestamente mejora no se puede decir y nadie lo sabe si estará del lado mejor o del que sigue mal. Cuando se despliegan tan detalladamente cuantificados los aumentos de los impuestos de las Pymes se omite que representan sueños, esfuerzos, expectativas de proyectos que comprometen años de vida y que pueden sucumbir.

¿Cómo se cuantifica la angustia?, ¿hay una medida objetiva de lo que debe porcentualmente doler más o menos?, ¿a qué porcentaje de tristeza debe llegar una persona para suicidarse?

Números y más números para tapar y no hablar de dolor, angustia, depresión, desánimo, crisis de valores. Números para que los números “hablen” por los que de esa forma miden los resultados de fracasos, éxitos, felicidad. Para aquellos que en ese mundo se sienten poderosos y seguros pero que no tienen la capacidad de reconocer su impotencia para cambiarlos.

Tal vez por eso golpeó tanto, aunque lamentablemente en forma fugaz, la carta de la maestra a sus alumnos sobre la renuncia de Messi que intentó mostrar otra forma de ver la realidad o qué rápido nos olvidamos de la foto de aquel niño que en busca de refugio terminó muerto en una playa.

Hay una necesidad silenciosa y silenciada de otro modo de ver y reflexionar sobre lo que pasa, sobre lo que nos pasa.

En nuestra íntima cotidianeidad o en la intimidad de nuestros consultorios cada número o porcentaje desaparece para hacerse carne en esa presencia viva que habla de sus afectos, de sus sufrimientos más profundos. Nuestra individualidad se aleja del “cuánto” para preguntarse por el “por qué” o por el “cómo” a la hora de ver el presente y proyectar su futuro.

Ese camino reflexión parte de otra forma de interpretar la realidad que es enormemente útil para entenderla y transformarla. O sea que no sólo ayuda a comprender la individualidad, sino que aporta respuestas cuyo efecto multiplicador llegar a abarcar a la comunidad en su conjunto y algunos a la humanidad en nuestra época.

Mientras sigamos concediendo aceptar la cuantificación o el porcentaje como la forma más valorada del conocimiento de las realidades humanas, estaremos concediendo en la exagerada valoración del pensamiento racional y mecanicista que no solo no nos brinda todas las respuestas, sino que nos deshumaniza tornando el valor de la individualidad afectiva y trascendente en algo masificado, fugaz e intrascendente.

Gladys Tato