Gladys Tato

Psicoterapia General y Especializada en Pacientes con Trastornos Orgánicos

 “Buenas noches a todos.  Muchísimas gracias por vuestra  presencia, agradezco al CLAEH, al Dr. Hugo Núñez y a la Dra. Patricia Larrea, con quienes he tenido  un encuentro de una sintonía académica y afectiva que ha sido una inesperada y grata sorpresa,  además de reencontrarme con la continuidad  de la impronta humanística del Dr. Humberto Correa. 
En primer lugar  quisiera  hacer explícitas algunas pautas del hilo conductor que elegí para recorrer un tema tan  vasto como el que voy a exponer, acompañado por Presentaciones en Power Point.
Inicié mi carrera de médico en el año 72, en el 80 me recibí, luego hice Psiquiatría y la Maestría en Psicoanálisis. Fue  un largo recorrido hasta llegar a los conocimientos y la experiencia que me permiten hoy ofrecer esta  charla, que lleva el título de mi primer  libro que publiqué en el año 99. Ese libro fue un final pero también un principio,  una etapa que cerró un ciclo y abrió otro del que intenté dar cuenta en mi segundo  libro publicado en el 2006, “Mensajes del Cuerpo”.  El primer libro creo que estuvo muy marcado por la impronta del respeto a las teorías, del rigor en la cita de los autores. Ese temor que cuando se comienza a escribir se tiene a no decir lo que otro ha dicho sin citarlo, algo que después  se va perdiendo, porque se aprende que la natural coincidencia no es plagio y eso nos permite expresar con mayor naturalidad el pensamiento propio, en concordancia con  muchos autores con los cuales  nos une una perspectiva epistemológica, que va mucho más allá de lo que se puede dar cuenta en lo estricto de una cita.                                                                     
Mi  tercer libro  del 2012 “A pura realidad” es una mirada psicoanalítica que no deja el consultorio, pero está más abierta al mundo actual, a nuestra sociedad y a nuestro contexto, algo que realmente me preocupa mucho por algunas cualidades de las que luego conversaremos.
Como en todas mis charlas hay un aspecto en la preparación  que  me representa un problema. Yo siempre pienso en quienes me van a escuchar y desde qué lugar. En ese sentido, en esta charla prioricé, como lo van a notar, a los estudiantes, lo que me hizo muy bien, porque me hizo evocarme a mí estudiante.  Cuando uno se recuerda en otros tiempos  y tiene una experiencia para contar es algo bueno, si además la experiencia merece ser contada es porque algún  recorrido especial hemos hecho en la vida que pensamos que es un aporte,  ahora si eso nos sucede es también porque los años han transcurrido. La vivencia del paso del tiempo en nuestra época, es un tema que daría para otra charla que no va a ser el motivo de la de hoy.
Entonces decidí enlazar la experiencia, de lo que fueron mis inicios, mis puntos de partida teóricos  en mi condición de estudiante, con la impronta de mis docentes y cómo mis experiencias, guiada siempre por una intuición los fueron transformando. Yo creo que en todos habita y preexiste una determinada sensibilidad hacia una línea de pensamiento que nos lleva a encontrarnos con un autor y no con otro y a recorrer determinado camino y no otro. Ese es uno de los aspectos que intentaré reflejar en esta charla.
Dado lo extenso del recorrido, no puedo fundamentar de dónde surge cada una de las afirmaciones que haré, por eso les pido que recurran a la página web o a la bibliografía de los libros que mencioné. Pero tengan la seguridad que cada idea que voy a expresar en los Power Point no es el producto de algo circunstancial o azaroso, sino que tiene detrás mucha experiencia, lectura e investigación, que puede quedar apretadamente resumida en un  concepto. Tuve que elegir un modo de exponer  y me jugué por el que escucharán.
Los griegos describieron tres formas de inteligencia: la inteligencia de aquello que se sabe porque se lo entiende, que ellos le llaman inteligencia de la razón, aquello que se sabe porque se lo ha sentido que la denominan la inteligencia  del corazón y aquello que se sabe porque se lo ha vivido y es lo que llaman la inteligencia de la experiencia.
En la vida es un desafío utilizar  y/ o  integrar bien los tres tipos de inteligencia. Saber cuándo un problema o un conflicto lo debemos resolver con una de las inteligencias sin trasladarlo equivocadamente a alguna de las otras. La importancia de este aspecto la comprenderán mejor cuando al final les hable de uno de los órganos de nuestra cuerpo y como ese órgano habla.

Retomando lo prometido vamos a empezar volviendo sobre las huellas del camino.

El primer Power point es una imagen de mi recorrido personal, que está en circularidad  porque yo he dado muchas vueltas retransitándolo  de distintas maneras, por lo cual no lo podría representar en una trayectoria lineal. Si bien existió una cronología lógica,  mi interior siempre ha estado marcado por una circularidad que me llevó a re-transitar las disciplinas, pero siempre con otra perspectiva.

Si bien es cierto que me dedico fundamentalmente a la psicoterapia en pacientes que tienen afecciones orgánicas, no es lo único, además  esa actividad es mi principal cualidad operativa, pero si me preguntan: ¿me siento médico? sí, ¿me siento psiquiatra? sí,  ¿me siento psicoterapeuta? sí, y todos esos conocimientos  constituyen aspectos de mi identidad profesional y adentro mío dialogan en armonía.

Voy a comenzar por evocar  la Medicina en mis inicios. Creo que  la vocación es  fundamental y en mi caso estuvo clara desde niña: sabía que quería ser médico, algo que agradezco realmente. Dedicar todos los días a hacer lo que nos gusta, no es poca cosa en la vida y cuando así sucede  se lo vive y se lo transmite de un modo especial, que los demás  lo perciben y además beneficia a quien va dirigida nuestra actividad, por lo que sigo  resaltando importancia de la vocación.

Cuando empecé medicina quería aprender de la enfermedad. En ese entonces para mi ser médico era curar a quienes estuvieran enfermos del cuerpo, esa era la forma simple en la cual estaba organizado mayoritariamente mi pensamiento en el principio de la carrera.

El otro aspecto que fue todo un desafío fue cómo interactuar con mis compañeros. Yo le comentaba al Dr. Hugo Nuñez que en mis épocas de estudiante el espectro de compañeros se dividía esencialmente en tres: aquellos que hacían medicina porque sabían la especialización que iban a hacer, con lo cual hacían la carrera como quien va por una autopista para llegar a cierto lugar,  ya la recorrían con la meta de la especialidad; luego estaban quienes hacían medicina con una indefinición de su preferencia por cierta especialidad y recorrían la carrera explorando la medicina, disfrutándola y descubriéndola en sus distintos aspectos; y después estábamos los que hacíamos medicina, que éramos los menos, con una impronta humanística muy importante. Hasta el día de hoy cuando nos reunimos con compañeros todos se acuerdan de la paciencia que me tenían al presentar un paciente, porque para mí nunca era presentar una enfermedad sino presentar una persona, y esa fue una cualidad particular que algunos docentes me  toleraron y otros me lo estimularon. Por supuesto me fui acercando mucho más a los que me  estimularon.

¿Cómo capitalizar el aprendizaje de la clínica? Fue y es fundamental y  van a entender  por qué lo digo. Tuve la suerte de ser alumna del Prof. Gaspar Catalá con quien sigo teniendo una excelente relación hasta el día de hoy en el que compartimos la atención de pacientes, y que le otorga al diagnóstico clínico una importancia fundamental, a la paraclínica un lugar complementario y a la relación médico – paciente un lugar central en el acto médico.  Cuando le he derivado un paciente y recibo las impresiones de ellos de las consultas realizadas con él,  hay pacientes que me han dicho: “Dra. Salí con la sensación de que había estado una hora y pico, me revisó, me escuchó, me hizo un esquema explicativo, una indicación y cuando salí me di cuenta que había pasado media hora”. Entonces no es el tiempo lo que determina la posibilidad de hacer un buen acto médico,  es la ideología, el conocimiento, y la importancia que se le otorga, lo que  además deriva en el buen clima que es capaz de crear un médico en la relación con el paciente.

¿Cómo trabajar en contextos carenciados? Este fue otro desafío. Yo fui la última generación previa a la dictadura que hizo lo que se llamaba  Ciclo Básico y era todo un problema por el clima socio político de la época. Pero además cuando preparábamos el internado, lo que hoy es la residencia, se nos decía que debíamos prepararnos para un concurso como si estuvieran atendiendo en el mejor hospital de EEUU y después nos enfrentábamos a la realidad de la práctica  en una policlínica de muy bajos recursos, donde además se atendían pacientes  complejos en contextos carenciados, que debíamos enfrentar con nuestra poca experiencia. Era prácticamente ir a la guerra con un tenedor, fue complicado y angustiante.

¿De qué punto partíamos en otros aspectos académicos?  La OMS era la referencia fundamental que se sigue manteniendo para la  definición de Salud, como bienestar bio- psico- social, pero aún hoy no se ha terminado de definir la enfermedad, con la misma claridad. Se nos trasmitían también en aquella época dos premisas importantes: “se encuentra lo que se busca” y “se busca lo que se conoce”. En esta propuesta  el conocimiento actúa como un prejuicio que yo voy a confirmar y en parte no está mal, porque  si no tuviéramos teorías como referentes no tendríamos en qué basarnos, el asunto es qué poder tienen esos pre-juicios, porque muchas veces la confirmación es casi una reafirmación de algo preestablecido y se pierde la capacidad de estar atentos al elemento sorpresa, al dato que descoloca, a la singularidad,  justamente guiados por esa direccionalidad.  Se nos decía también que “tratamos enfermos y no enfermedades” pero se nos enseñaba a” tratar enfermedades y no enfermos”, algo que sigue siendo una dificultad en la práctica clínica hasta  hoy.

Mi experiencia en la medicina fue larga y con un amplio recorrido, porque en aquella época por la dictadura, se suspendieron los concursos por lo cual quienes eran internos y debían pasar a  grado 2 no podían hacerlo  y los que teníamos que dar el internado no podíamos darlo. Esto derivó en un largo período de suplencias  particulares, con permisos especiales,  lo que me permitió realizar prácticas en los más diversos lugares. Estuve de interna en neonatología, en urología, en pediatría, en ginecología, etc. ¿Cómo los elegía?, por los ofrecimientos que me iban surgiendo, y tratando de que coincidiera una vacante en el mismo hospital en el cual tenía que hacer un curso para preparar un examen. También estuve en el Vilardebó, como luego les contaré,  trabajando aclaro, no en otras circunstancias.

Mi relación con la medicina continuó desde otro lugar producto de la Especialización en  psicoterapia de pacientes con trastornos orgánicos. Por ese motivo estoy en relación con los médicos que me derivan pacientes e intento relacionarme  tanto con ellos como con  los médicos de los pacientes que vienen por iniciativa propia. Esto me otorga muy diversas perspectivas, porque  recibo permanentemente variadas anécdotas, como una de las que está en el prólogo de mi último libro, que darían lugar para un libro entero, de la relación médico paciente en la actualidad, por lo que mis reflexiones de la práctica médica hoy, siguen sustentadas en la experiencia, aunque yo no practique la medicina. Creo que la medicina sigue marcada excesivamente por  la química y la física. Desterrar el término “causalidad” por otro más adecuado, cuya utilización la he escuchado hasta en economía, como es el de “condición necesaria pero no suficiente”, sigue siendo un obstáculo. Nada es “causa” en el sentido estricto si no cumple las reglas del positivismo o sea que no podemos llamar causa a algo que en realidad es un fenómeno antecedente y otro fenómeno consecuente. Para que sea causa tiene que cumplir determinadas reglas y si no las cumple es “condición necesaria pero no suficiente”. La presencia del bacilo de Koch será una condición necesaria pero no suficiente  para la tuberculosis, porque no todas las personas que están en contacto con el bacilo de Koch hacen una tuberculosis. Creo que la Medicina sigue pagando el beneficio y el precio de la Especialización. En la especialización “la parte se come al todo” y desde ese punto de vista, perjudica la interdisciplina, que  por muchos motivos está muy deteriorada, lo que hace que los pacientes   recorran las distinta especialidades como si los síntomas que padecen fueran todas enfermedades diferentes, que nada tienen que ver entre sí, cuando lo  aparentemente diferente está unido por   un guion que mayoritariamente no ven. Recuerdo que el Prof.  Manlio Ferrari decía dos cosas: una era que “las enfermedades graves no juegan a la escondida” y la otra era que “es raro que alguien esté enfermo de muchas cosas diversas al mismo tiempo”, hay un guion que las une y ese guion hay que poderlo encontrarlo. Claro, para él la clínica era soberana.

Una gran especialización sumada a un escaso conocimiento de la clínica general dificulta  armar ese guion, algo que  se ha ido perdiendo y que cada vez es más difícil, lo que ha deriva entre otras cosas que para compensar esa carencia los médicos se sigan alejando de la clínica  y se  apoyen demasiado en la paraclínica. La imagenología, además de útil,  es deslumbrante, es realmente maravilloso todo lo que hoy se puede tener como ayuda paraclínica.  Ojalá hubiésemos contado con ella en otra época, porque es un  avance muy importante y no lo niego. El problema es cuando  se deja de escuchar a un paciente y ya se le está pidiendo un examen, y lo que es peor cuando se lo trata por el resultado del examen y no por la clínica. Recuerdo al reconocido pediatra, el Dr. De Los Santos, que decía “yo no medico electroencefalogramas, medico epilepsias”, y como esa muchas enseñanzas que por algo a lo largo de los años, dejaron profundas huellas en mi camino. Creo que la medicina también se ha ido alejando de la palabra que es el instrumento terapéutico que tenemos más a la mano y más barato, y se ha afirmado demasiado en la farmacología. Esto lo voy a retomar más adelante respecto a la psiquiatría.
Siguiendo entonces con el proceso personal, había algo que no me terminaba de cerrar en lo que tenía que ver con las respuestas que me daba la medicina, no me terminaba de cerrar porque algo de la persona quedaba afuera,  la enfermedad  somática dominaba la escena y sentía que no tenía instrumentos para acercarme a la persona que tenía esa enfermedad, no sólo a la enfermedad. Entonces mi búsqueda se fue hacia la psiquiatría. Como les contaré, me fue mejor en algunas cosas y no tan bien en otras.

Mi primera reflexión de la Psiquiatría, fue que por ser una especialidad de la medicina tenía y tiene pautas muy comunes en la concepción del  diagnosticar y medicar. Sus progresos han sido  más en el camino del diagnosticar que en el de comprender, aunque entre  los psiquiatras hay toda una gama, desde los que ejercen la especialidad como lo que se conoce como psiquiatría biológica y farmacológica, mucho más ahora con el desarrollo de la neurociencia,  y los que diagnostican y  tratan con una perspectiva más cercana a la psicología, lo que  se la denominaba psiquiatría dinámica. Están entonces quienes se acercan más al diagnosticar de la medicina y los que se acercan más al comprender de la psicología.

¿Y cuál es la diferencia entre diagnosticar y comprender? Cuando se diagnostica se etiqueta y cuando  etiqueto me alejo en alguna medida del paciente. Cuando lo trato de comprender  lo  veo como un ser humano que padece, como un semejante, como alguien más cercano a mí. Lo que viví en aquella época y que creo que en parte en algunos contextos persiste: a mayor locura mayor distancia del paciente. Yo estuve de interna y después estuve de grado 2 en las salas de seguridad del  hospital Vilardebó,  donde están los enfermos considerados inimputables por haber cometido delitos en relación con una enfermedad psiquiátrica. Realmente no creo que sea una casualidad  que estén en el subsuelo, que sean las salas más alejadas y más hacinadas y a las que menor cantidad de gente les gusta ir a trabajar, salvo que tengan una obligación  legal o un interés particular.                                                                                                            
Entonces lo de “a mayor locura mayor distancia” la verdad que nunca me gustó porque considero que cualquiera puede enloquecer,  además después encontré en Freud algo que coincidía con mi vivencia. Dice Freud que todo delirio tiene un grano de verdad histórica, es decir que toda locura encierra algo de nuestra historia, que tiene  algún sentido en la intimidad de la persona, aunque nos cueste encontrarlo. Además ¿podríamos afirmar con certeza que nada que nos suceda en la vida nos llevaría a la locura?

En esa época el mayor desafío de la psiquiatría era mejor farmacología porque tanto  los antipsicóticos como los antidepresivos  tenían muchos efectos colaterales. En ese sentido  por un lado hemos avanzado y por otro lado me preocupa que hoy  cualquiera tome un antidepresivo y si no lo toma por su acción específica, se los utiliza por el beneficio de sus  efectos colaterales. Hay un uso y abuso de la medicación, y ahí yo me pregunto: ¿no estaremos sustituyendo el chaleco de tela por el chaleco químico?,  porque la medicación funciona en parte como un chaleco químico, en la medida que amortigua pero también distorsiona afectos y cualidades de la personalidad con las que un  paciente debería  aprenda a convivir o a cambiar. Somos seres humanos, no robots, pero como la tecnología es una creación humana ya se está recorriendo un camino que no es solo ciencia ficción, por el que el robot también va a llorar.

En mi visión actual de la psiquiatría: lo primero que me preocupa es que se ha ido homologando trastorno psiquiátrico a trastorno mental y no es lo mismo. Una  idea muy generalizada es que cuando un paciente está psiquiátricamente enfermo está psiquiátricamente enfermo de la mente, y no es así, lo que en la vida nos complica no son las ideas, son los afectos. O sea que cuando queremos sacarnos una idea de la cabeza es porque esa idea nos hace sentir  algo que nos complica,  porque  no la terminamos de entender, o nos rompe un esquema, o entra en colisión con otras cosas, o nos genera sentimientos incómodos. Los trastornos psiquiátricos pueden  expresarse como  trastornos afectivos, trastornos de las conductas, trastornos del pensamiento. El  riesgo mayor con el avance de la neurociencia es creer que la neurociencia va a aportar las causas de las alteraciones mentales y anímicas, cuando en una epistemología unitaria, aportan conocimientos de la realidad material de los fenómenos anímicos, es decir su correlato pero no su causa. Si esto les resulta complicado déjenlo un poquito en suspenso y lo entenderán más adelante. Cuidado con volver a la causalidad y  decir “encuentro el neurotransmisor o encuentro el gen causal de …..”, cuando en realidad hasta los biólogos, como lo pueden  leer en el interesante  libro de Lipton, “La Biología de la Creencia”,   dicen que la genética no determina las cosas, es la condición mínima, lo más importante es el contexto en el cual transcurre el desarrollo de la vida. El neurotransmisor alterado no causa la depresión, es lo que  testeo en sangre ante ese trastorno. Si  trato de comprenderla, me podré encontrar  que significa  una reacción dolorosa ante una pérdida. Ambos aspectos coexisten, son dos caras de una misma moneda. La miro desde los neurotransmisores o la miro o mejor dicho la comprendo y me encuentro con la perdida, no se oponen una a la otra.

El Dr. Albano es un psiquiatra investigador de la Universidad de Favaloro de Bs. As. que ha hecho un estudio muy interesante comparando los resultados del tratamiento con  medicación y con psicoterapia. Es un estudio absolutamente fascinante, ha testeado los neurotransmisores en pacientes tratados solo con fármacos y en pacientes tratados solo con psicoterapia y ha ido midiendo evolución, resultados y testeando la modificación de los neurotransmisores. ¿Con qué se ha encontrado? Con que hay un paralelismo  total en los resultados terapéuticos de  los fármacos que tienen acción más inmediata pero más corta como las benzodiacepinas y que producen en los marcadores en sangre la misma modificación de los neurotransmisores que la psicoterapia, como por ej. la cognitivo conductual, que tiene acción más rápida pero efecto a más corto plazo... Los fármacos que más demoran en actuar como los antidepresivos y otro tipo de antipsicóticos, se corresponden mucho más con las terapias que demoran más en actuar pero que producen efectos más beneficiosos a largo plazo, como las terapias de orientación psicoanalítica. Pero lo más importante es que los neurotransmisores se modifican de la misma manera tanto con la  medicación como con la psicoterapia. Es decir que en su valor terapéutico la palabra es tan eficaz como las sustancias químicas. Entonces que uno elija uno u otro, o los complemente, depende de la situación, la oportunidad y el paciente, pero el efecto increíblemente es similar.

Estas investigaciones realmente aportan muchísimo también en lo referente a la  psicoterapia psicoanalítica en sí misma, que está dentro de las más largas. Quienes  hemos hecho, años de diván lo sabemos perfectamente, pero ¿porque está dentro de las más largas?

Freud da a lo largo de toda su obra numerosos fundamentos para explicar el porqué de su duración y la eficacia terapéutica que esto implica. Pero desde otro campo de las ciencias  las investigaciones del Profesor Medina en la Unidad de Memoria de la Universidad  Favaloro, demuestran que la Psicoterapia Psicoanalítica actúa realizando un trabajo sobre la memoria. Para explicarlo en forma sencilla  es cuando se dice que alguien empieza  una terapia psicoanalítica creyendo que su madre o su infancia fueron un desastre  y la termina  pensando que todo no fue tan malo o viceversa. Esto se produce en base a una modificación en las cualidades de sus recuerdos. Los mismos cambiaron,  porque lo que recordamos  es una construcción de lo vivido y esa construcción se realiza en base a la mirada emocional de los diferentes momentos, algo que puede modificarse.

Con la psiquiatría hasta ahí llegue porque me faltaba mayor cercanía con los pacientes, encontrarme con el otro, sentirlo como  un semejante, así que me fui a la formación como psicoterapeuta, como psicoanalista, de la cual me refiero no solo a un pasado, sino a un  presente y futuro, porque claro, es lo que persiste dado que es mi práctica actual. Rescato, como les dije, de las investigaciones del Dr. Albano, el poder de la palabra. Lo dicho  puede hacer sentir  muy mal a alguien, pero también nada mejor que una palabra afectuosa para hacer sentir bien a otro. Tal como lo expreso Freud  cuando le preguntaron  si la palabra podía dañar y dijo sí, puede dañar, pero si puede dañar eso lo que confirma es que puede actuar. Que la palabra sea utilizada para sanar o para dañar no depende de la palabra, depende de cómo se la dice.

Otro aspecto que me preocupa muchísimo, porque sigue estando presente en la Facultad de Psicología, es que solo se enseña el sistema nervioso central, el resto del funcionamiento corporal no se enseña, es como si la psiquis estuviera en la cabeza. Chiozza reitera un  chiste, ¿cuándo invito a comer a un amigo invito a comer a mi amigo psíquico o a mi amigo físico? Y además, yo digo  en relación a lo anterior,  si invitara a comer a mi amigo psíquico le diría “trae solo la cabeza”!! Esta es una de las tantas cosas que funcionan como prejuicios que infectan el pensamiento académico y que se las repite y aplica sin reflexionar. Los pensamientos o las creencias equivocadas pueden afectar como muestra Chiozza en uno de sus últimos libros,  a una persona,  a un grupo familiar,  o a una sociedad, de la misma manera que nos infectan las bacterias o los virus, y esos prejuicios tienen tanto poder y pueden desarrollar tanta virulencia que los terminamos convirtiendo en verdad simplemente por no sentarnos a pensarlos un poco.

El poder por la competitividad de las teorías es un aspecto perturbador en el colectivo académico del universo psicoterapéutico.  Esto da cuenta de que las diferencias no están solamente a nivel médico, no, a nivel psicoterapéutico las diferencias son enormes, se compite por el lugar e importancia de las teorías total y absolutamente. Yo hice mi formación en la Asociación Psicoanalítica del Uruguay  y  le agradezco el rigor metodológico, ahora, la impronta vertical  lacaniana es enorme y resulta casi imposible ser escuchado desde otra perspectiva. La psicología del Yo de los americanos está también en un segundo  nivel y a un autor argentino no le resulta fácil posicionarse  bien adentro de los ámbitos psicoterapéuticos locales. Todo esto no es bueno para desarrollar un verdadero pluralismo.

Otro aspecto importante en una auténtica diversidad, es que  si bien yo me declaro fundamentalmente freudiana,  he hecho una formación en la cual tengo conocimiento de las diversas psicoterapias, su aplicación y su fundamento, porque si no, no podría discutir con mis pares. ¿Cómo voy a discutir con alguien si no conozco en que se basa su punto de vista? Sobre este aspecto vamos a volver cuando hablemos de la interdisciplina.

Otra  cuestión también  importante es que hay que hay que actualizar la técnica y en mi orientación eso es fundamental, porque una de las críticas que se hacen, el conocido dicho de que  “entras a una psicoterapia psicoanalítica y te dicen “mmm”, “ajá”, y no salís nunca más”. No, no es así, imagínense  que si yo hablo acá, también  hablo en el consultorio, tanto cuando trabajo con el paciente frente a frente o en diván.  Hay que actualizar la técnica porque los tiempos son otros, las realidades son otras, la cultura es otra, nadie quiere ir a hablar con un profesional que prácticamente no le diga una palabra en 50 minutos, no, espera más un dialogo, espera más una construcción activa, un trabajo de dos. Tampoco creo que sea adecuado y esto también sucede, que se convierta en una charla entre amigos donde hasta se le cuentan cosas personales al paciente, con la intención de que se sienta cerca, algo que distorsiona totalmente los roles de paciente y terapeuta.+

Entonces ¿han avanzado la medicina y la psicología? Sí, pero yo creo que lamentablemente durante mucho tiempo funcionando como quienes recorren  una autopista de doble vía, en un mismo sentido, pero con cantero en el medio, en paralelo. ¿Por qué? Porque la medicina se ha basado  en la causa, la psicología se basó más en la condición necesaria pero no suficiente, mucho antes que la medicina. Recién ahora la medicina  se está parando cada vez más en la condición necesaria pero no suficiente, en gran parte por el fracaso del camino de la cura basada en la noción de causalidad. La psicología escucha, pero escucha cada vez mejor, porque el oído también se desarrolla, no solo se desarrolla la vista, si nosotros no escucháramos cada vez mejor hoy no habría psicoterapia de niños, adolescentes, adultos y adultos mayores. Si no escucháramos cada vez mas no habría psicoterapia individual, de pareja y de familia, o de distintos diagnósticos psicopatológicos. En un principio la psicología era una psicología de las neurosis, porque eran los trastornos mayoritarios, hoy casi que ser neurótico es lo mejor que nos puede pasar, porque dominan los trastornos de personalidad, los narcisistas con trastornos de comportamiento, dominan las adicciones y los trastornos de personalidad que están bordeando la psicosis y todo eso es abordable hoy psicoterapéuticamente gracias a que la psicología avanzó.

La medicina ha avanzado  basándose fundamentalmente en el efecto terapéutico de las sustancias y la psicología en el efecto terapéutico de la palabra. Esta diferencia en la práctica terapéutica es fundamental en el diálogo  interdisciplinario. Es algo sobre lo cual he escrito mucho, porque realmente tener un dialogo con otra disciplina es como aprender a hablar otro idioma. Si un psicólogo no aprende el lenguaje médico y no se esfuerza por comprenderlo y un médico no intenta aprender el lenguaje y el significado de los términos de la psiquiatría y la psicología, es imposible dialogar. Si eso no se logra solo  hay derivación de un paciente, que es lo que pasa habitualmente, “se lo manda a..”, no hay posibilidad de diálogo. 
Y sin embargo la cantidad de términos comunes que tienen estas tres disciplinas son enormes y voy a nombrar uno solo: para la psicología la resistencia es importante. A todo aquello que no queremos ver, escuchar o saber nos vamos a “resistir”, y cuando avanzamos un paso nos seguimos resistiendo al paso siguiente y por eso se dice que el inconsciente aprende a resistirse. Se parece tanto a lo que hace un virus o una bacteria que habita en un organismo y se resiste. Además la acción terapéutica del antibiótico, aumenta de la resistencia del virus o la bacteria, como lo hace el  inconsciente por la acción de la propia psicoterapia. Ambas, medicina y psicología tienen el desafío y la complicación de la oposición que hacen  a la acción de la cura, las resistencias de “algo” que nos habita y nos daña. Hay mucho para aprender en interdisciplina.

Vamos ingresando a  lo que quisiera que comprendan como los fundamentos de un pensamiento que permite integrar todo esto de una manera armónica y sin conflictos. Cuando nos relacionamos como profesionales actuamos terapéuticamente y estamos en relación con otro que actúa terapéuticamente, pero eso que hacemos en la práctica tiene por detrás una “teoría de la cura”, porque si yo ejerzo la cura de determinada manera, es según una teoría. Por ejemplo: quien  hace un tratamiento homeopático o de acupuntura realiza una determinada practica porque tiene una teoría de la cura, y esa teoría de la cura tiene por detrás una teoría de la enfermedad, y eso tiene por detrás una concepción del hombre que tiene por detrás una determinada concepción antropológica. Entonces para entendernos, para realmente examinar los fundamentos de lo que hacemos,  tenemos que llegar a una interdisciplina que se relacione  y dialogue desde la profundidad de ese nivel.
Si se observa cómo alguien ejerce la cura, podemos darnos cuenta qué concepciones  epistemológicas y antropológicas tiene,  qué concepción del hombre subyace a la cura que practica.

Esto me encanta, lo uso siempre. ¿Qué ven acá? “Una naranja” (responden). Esto es de Ortega y Gasset, una de las joyas de su pensamiento: nadie jamás nunca en la vida vio una naranja, todos vemos media, la otra mitad la inferimos. Esto que parece una simpleza tan grande es así tan obviamente así. Cuando nosotros vamos a la feria o al supermercado y vemos la fruta presentada agarramos una naranja o una manzana entera y la giramos antes de comprarla, y la giramos porque probablemente lo podrido está del otro lado, y a veces llego a mi casa y después que la giré la corto y veo que lo podrido estaba adentro. Esto es vital para la interdisciplina, para complementarnos y para no competir, porque si yo estoy convencido que veo la naranja entera no voy a necesitar de nadie que me diga algo de la otra mitad.  Y no sé si puse una naranja por aquello de la” media naranja” en el enamoramiento,  porque en realidad podría haberse hecho con cualquier fruta, pero en esa ilusión de que las medias naranjas en la vida se encuentran tan igualitas que no es necesario dar “mucha vuelta”, puse una naranja, pero es necesario romper con esa ilusión, y saber que hay otro lado que no veo, como tampoco veo  a mi otra “media naranja” que debo conocer. Es una de las propuestas más útiles en las profesiones y yo diría en la vida que a mí me ha aportado Ortega y Gasset.
Ahora vamos al corpus teórico más complejo y completo.

Dijimos que según la OMS, la salud se define como bienestar bio-psico-social,   entonces si somos coherentes, algo que es difícil en la vida y en estos tiempos, la enfermedad debe comprenderse como malestar bio-psico-social. Nadie puede estar enfermo solo de un aspecto de su existencia, diríamos más, no podemos sentirnos mal solo de “una parte”, aunque esa sea en la que domine   la enfermedad.
Cuando una vez me preguntaron en un congreso que era estar enfermo, respondí que “estar enfermo es sentirse mal”, si alguien dice que se siente mal es porque algo le pasa, y si algo le pasa, como ahora veremos, basados en la   definición de enfermedad, en una de sus acepciones, como lo es la de padecimiento.

La enfermedad en una de sus concepciones se define como “la alteración leve o grave del funcionamiento del organismo”. Pero presten atención a la segunda definición, en la que parece que  la enfermedad fuera un acontecimiento que viene de afuera, “es una cosa que perturba o daña a una persona en lo moral o en lo espiritual”, se introduce lo moral o en lo espiritual pero responsabilizando a algo que se define como  “cosa”.

En cambio padecimiento resulta mucho más adecuado, porque es “la acción de padecer o sufrir una enfermedad o daño”,  se mantiene enfermedad  pero se agrega daño. Pero la que me parece mejor la última definición, “quien padece sufre de algo nocivo o desventajoso en su cuerpo o en su espíritu”.

Entonces, conceptualmente,  me siento mucho más cómoda diciendo que yo trabajo con el padecimiento humano que con la enfermedad humana. Esto me ha cambiado la perspectiva totalmente, tanto que en mi segundo libro en el capítulo sobre la muerte digo que: el paciente no es alguien tan distinto a mí, es alguien que puedo ser yo en cualquier momento de mi vida y el paciente que va a morir es alguien que seguro voy a ser yo en algún momento de mi vida. Una de las historias que está en el libro “A pura realidad”, relata las vivencias con una paciente que acompañé en un largo proceso terapéutico hasta sus últimos momentos. Muchas veces se ejercen las disciplinas de la salud creyendo que estamos del otro lado de la vereda, y sin embargo tantas veces cruzamos la calle, casi  sin darnos cuenta.  He tenido a  colegas llorando en el consultorio y diciendo que  nunca se imaginaron que pudieran  estar ahí.
Continuando con los pilares de la teoría, el Dr. Laín Entralgo, español, que murió en el 2001, ha hecho propuestas que sin  duda se han constituido en una revolución dentro de los conceptos de la antropología médica. Uno de sus conceptos  fundamentales es o lo que “todos los trastornos son una alteración del unitario funcionamiento armónico del hombre, lo orgánico, lo psíquico social son las cualidades expresivas del  trastorno”. O sea, nadie está enfermo solo física, anímica o socialmente, algo en la armonía de su funcionamiento se alteró, la expresión puede ser física, puede ser psíquica o puede ser social, o habitualmente más de una, aunque dominen en distintas proporciones.

Otra propuesta es considerar al  “hombre como sano, sanable, enfermo, enfermable y mortal”. Quiere decir que la capacidad de enfermedad y de sanar está en los propios recursos de las cualidades humanas, para curar no necesitamos ir necesariamente al médico, porque el organismo tiene la capacidad de reconstitución, de la misma manera para resolver los conflictos no necesitamos necesariamente ir a un terapeuta. Seguramente en algún momento nos vamos a enfermar porque forma parte de la condición humana.

En este sentido  para este autor, la enfermedad no es un desorden, es un nuevo orden, recuperar la salud implica transitar por ese desorden para restablecer un nuevo orden de la salud, que nunca va a ser igual al anterior.

Concebir la enfermedad  como un nuevo orden hace que no pueda evitar relatarles una historia particularmente conmovedora.  Cuando estaba trabajando en las Salas de seguridad del Hospital Vilardebó había un paciente que estaba internado como inimputable por trastornos agresivos derivados de una patología diagnosticada como psicótica. Cuando lo estaba entrevistando  en una salita, acompañada por dos enfermeros por su peligrosidad, además yo estaba embarazada en ese momento, en determinado momento el paciente se transforma, me ataca y los enfermeros con una gran rapidez me lo retiran de encima usando la famosa “funda”. Después que yo me recupero y que el paciente se recupera, me doy cuenta que no se acordaba de nada de lo que había pasado. En aquel momento el neurólogo del Hospital era el Dr. Bianchi y  después que me fui a mi casa y me tranquilicé,  me puse a pensar y dije esto no es una psicosis, esto es una epilepsia. Hablé con el Dr Bianchi, le hizo un electroencefalograma y tenía un gran foco epiléptico en el área del comportamiento. Le sacamos los antipsicóticos, lo empezamos a tratar con antiepilépticos y el paciente mejoró. Al poco tiempo lo trasladamos de la sala de seguridad e hicimos los trámites judiciales correspondientes, para pasarlo a sala general, como parte de un proceso de reinserción. Luego de un tiempo en la sala, su hermano que lo apoyaba mucho, le alquiló un lugar en una pensión, le consiguió un trabajo sencillo y el paciente cuando terminaba de trabajar todos los días  venía a visitar a sus compañeros. Yo lo dejaba entrar al patio de la sala de seguridad  para ver a sus compañeros de tantos años.  Eso lo hacía a diario, cosa que era entendible pero que tampoco era bueno, por lo cual trabajábamos para que se reinsertara. Un día no vino, al otro día tampoco, por lo que  hablé con la asistente social para que por favor fuera y averiguara.  El paciente se había suicidado. Cuando años después leí a Weizsacker,  un autor alemán, contemporáneo de Freud, neurólogo, profesor de clínica médica que después se hizo psicoanalista, me pareció maravilloso, lo que dice en relación al proceso de curación , de recuperación de la salud. Dice él: “fuera con la enfermedad, pero no de cualquier modo”, concepto que coincide con Laín Entralgo cuando hace referencia a que la enfermedad  “no es un desorden, es un nuevo orden”, a este hombre le curamos la enfermedad pero le desestabilizamos el nuevo orden del mundo en el que había vivido con ella.

Chiozza dice que “la enfermedad es un patrimonio de la vida, no de la vejez”, sin embargo prácticamente nadie se imagina la posibilidad de llegar a viejo sin estar enfermo, pero no es lo mismo los trastornos  por desgaste del organismo que las patologías consideradas enfermedad. Es así que “hay un envejecer en forma como hay un envejecer en ruinas”, pero además nos estamos olvidando que hay un "morir normal", que es casi una rareza en nuestra época, que es morir de viejos.

¿Avanzamos?, sí, pero,  la gente se va a seguir enfermando siempre porque es una cualidad humana.  Si no hacemos verdadera prevención, si no trabajamos en equipo, si no cambiamos las características de nuestras sociedades, las personas se enfermarán de otras patologías pero cada vez más graves y cada vez más jóvenes. Cuidado en aceptar como una verdad que envejecer es necesariamente enfermar.

Una epistemología unitaria completa  la concepción  antropológica de Laín Entralgo, porque están en la misma línea. Psiquis y soma no son dos categorías ontogénicamente diferentes, son categorías que establece la conciencia, que las separa como diferentes porque las percibe como diferentes. Si yo percibo, tocando, mirando  veo objetos o sujetos, realidad material, si yo comprendo su funcionamiento, lo que es la esencia de lo psíquico nomino por su significado específico, por algo de su esencia, diré micrófono o persona. . Si continúo investigando por el camino de la materia, podré avanzar por los mecanismos de funcionamiento,  o por ejemplo en el diseño u otro aspecto que me interese. Si avanzo por el camino de los significados me interesaré en el “sentido” de la existencia de las cosas, las personas, o los acontecimientos.

Teoría y técnica. En estos conceptos hay algunos prejuicios que tenemos que modificar porque los repetimos sin reflexionar. Todas las teorías son metáforas y esto quiere decir que son construcciones de lo que percibimos, aun las más aparentemente objetivas, porque por algo científicos distintos observan las mismas realidades  y hacen interpretaciones diferentes, porque siempre, percibir es interpretar, y de eso que percibo construyo una metáfora.

La mayor parte de los grandes pensadores de la historia y de los grandes científicos sucumben a sus propias metáforas y las transforman en un hecho. Cuando algo nos convence mucho o nos resulta muy útil lo doy “por hecho” y me olvido que es una metáfora y si me olvido que es una metáfora me va a costar más cambiarla por otra metáfora mejor, voy a seguir aferrada a ella. Quizás por eso “del dicho al hecho hay un gran trecho”, porque las metáforas son dichos.
Otro aspecto importante para mí, es que “el que quien solo sabe de una cosa ni de eso sabe”. Las teorías se nutren de múltiples fuentes de conocimiento y cada vez que quiero saber más no leo solo de lo mismo, leo de otra cosa, porque realmente cuando leo de otra cosa enriquezco las reflexiones de mi área de trabajo. Por eso en el último libro  me animé a trasmitir algunas consideraciones que me merece la sociedad actual desde mi mirada psicoanalítica, podríamos decir psicosocial, no porque sea socióloga sino porque  la realidad contemporánea, me implica y me interpela al igual que a los pacientes. Nutrirse de múltiples fuentes de conocimiento  es un enriquecimiento, no  una complicación.

No hay congreso en el que no se escuche que alguno de los expositores con el fin de certificar la veracidad de algo, omita decir que  “está científicamente probado”.  ¿Probado por quién? ¿Con qué sustento por teórico y con qué intereses por detrás? Lo científicamente probado no es ingenuo, siempre tiene prejuicios o intereses que lo sostienen. No desconozco que haya investigaciones serias y honestas. Personalmente he participado de los congresos de IOCIM, una Organización para la Capacitación e Investigación Médica, que une Latinoamérica, el Caribe y Centroamérica, cuyos  congresos son a una sola sala, en la cual todas las diversas disciplinas, participan y todos los que asisten se quedan a escuchar. Dudo que si en nuestro medio si hiciera  un congreso de más de una disciplina, los profesionales se quedaran a escuchar sus trabajos y mucho menos a un colega de otra especialidad, es rarísimo. Lamentablemente eso nos  va encerrando en las especializaciones y alejándonos de la interdisciplina.

Complementando con lo anterior, Freud decía que solo la técnica es psicológica, la técnica  es lo que define “el hacer”, lo que inevitablemente  nos separa, además  no se pueden ejercer varias prácticas terapéuticas al mismo tiempo. No puedo ser al mismo tiempo psicoterapeuta y médico, me defino en el hacer pero en la comprensión teórica no tengo ningún problema en integrar la diversidad de las teorías y del conocimiento.

Hoy por hoy el término psicosomática prácticamente está perimido. La moderna manera de comprender lo psicosomático o lo biopsicosocial,  es integrar en cada acto de salud o en cada juicio clínico lo que la medicina puede diagnosticar investigando las “condiciones necesarias pero no suficientes” con lo que la psicología puede comprender de los estados anímicos en el contexto social de cada paciente. Cualquier disciplina se puede ejercer a un modo biopsicosocial o la puedo ejercer a un modo solo psico, solo bio o solo social.

Llegamos así a tener fundamentos para entender  “Cuando el cuerpo habla”, porque toda enfermedad, hasta la más orgánica, guarda relación con nuestros estados de ánimo, con nuestros problemas conscientes o inconscientes. Investigar esa relación es tan importante como encontrar la causa, o mejor dicho la condición médica y tratarla.  O sea que yo realmente complemento, trabajo en verdadera complementación con mis colegas, medicación, quimioterapia y psicoterapia, no estamos compitiendo, nos estamos complementando.

Por supuesto que con una impronta  kantiana, porque en última instancia el interior del “desorden o el nuevo orden” que llamamos enfermedad tiene algo de  incognoscible.

Lo humano se expresa por gestos, por palabras, por afectos, por actos, por enfermedad, por síntomas o por accidentes.

Un aporte al respecto de los accidentes. En Bs As hay un centro que se llama Centro para la investigación y la prevención del accidente,  no nos accidentamos solamente porque llueva, porque el pavimento estaba  resbaladizo, o la  ruta  en mal estado.  Yo empecé a interesarme en el tema desde que hacía guardias de emergencia.

Me pasaba algo curioso cuando llegaban accidentados  y comencé  escuchar a los familiares, en la sala de espera, los reproches,  la culpa, “yo te dije que no tenía que haber salido”, “hoy todo lo que le dije justo antes que se fuera de casa, si se llega a morir me mato”,  o no estaba en condiciones de manejar con todo lo que le está pasando,  cosas así Eso dejó una semilla en mí y cuando fui a Buenos Aires a especializarme en la clínica de Chiozza, conocí al Dr. Julio Granel, director del centro. Me entusiasmé e  hice la formación. Pude así comprender  lo que está detrás de todo accidente,  el factor humano, o mejor dicho el ser humano en conflicto. Comprenderlo y tratarlo es tan importante como todas las reglas de tránsito que debemos respetar. Por eso es que lo ubico dentro de lo humano que también puede  expresarse así y que puede ser percibido y abordado  por las distintas disciplinas.

En todo padecimiento,  nuestra esencia que pierde su armonía y  esa pérdida de la armonía puede exteriorizarse en diversas cualidades expresivas, que pueden ser abordadas por diversas perspectivas del conocimiento.

Una concepción integral del hombre implica concebirlo como una unidad armónica, un cuerpo que percibimos que aborda habitualmente la medicina y la psiquiatría, reacciones anímicas que podemos comprender desde la psicología y la sociología desde el contexto socio económico cultural de cada individuo.

Es una paradoja que trabajemos tanto para curar las enfermedades anímicas o físicas que en gran parte, nosotros mismos estamos creando con nuestro mal vivir, desde todo punto de vista. Entonces tal vez si prestamos más atención a las condiciones en las que vivimos, no necesitaremos desarrollar tantas terapéuticas para tratar aquello de lo cual contribuimos a  enfermar.

Elegí el corazón para trasmitir cómo nuestro cuerpo habla, quizás porque la charla de hoy era algo afectivamente muy importante para mí y porque además me parecía que les iba a resultar accesible para la comprensión del tema. Veo que al parecer por la expresión de  sus caras todavía me siguen con atención. El Dr Medina, que se dedica a investigaciones sobre la memoria, ya me estaría diciendo que tendría que haber hecho un intervalo, porque está estudiado como va decayendo la atención y la memoria de un auditorio a medida que pasa el tiempo. O sea que es todo un desafío que yo trasmita esta última parte y ustedes no se aburran  y que les quede el recuerdo de alguno de los próximos conceptos, trataré de que sea dinámica y amena.

Yo puedo preguntarme qué dice o qué expresa el corazón cuando se enferma, pero si digo el corazón pienso solo en el órgano, o puedo preguntarme qué expresa quien padece del corazón, porque padecer del corazón es mucho más amplio que estar enfermo del corazón, se puede padecer del corazón sin estar enfermo del corazón, y esto es lo que vamos a ver ahora.

¿Cuántos corazones hay? Para la religión  uno, para el poeta otro, o para  cualquiera de nosotros cuando se nos ha partido el corazón por algo, sería el nuestro sufriendo. En realidad  no hay un solo corazón, tampoco hay muchos corazones, hay diferentes existentes del corazón,  y pensarlo de esta manera  es también un problema epistemológico. Para sortear esta dificultad Freud revalorizó el artículo neutro, dejó de hablar de “el inconsciente” para hablar de “lo inconsciente”.

Dejamos así de hablar de “el corazón” y pensamos en “lo cardíaco”  como un existente semántico universal, del cual el órgano corazón es uno de los representantes de ese existente y no el único, y no siempre el que está dañado. Entonces vamos a hablar de lo cardíaco. El corazón es considerado por todos, y esto es lenguaje popular, cultura general, acervo de todos, la sede de los afectos. Cuando se piensa en afectos se piensa en el corazón fundamentalmente. El corazón participa en todos los afectos, porque no deja de latir nunca y además modifica su ritmo de acuerdo a la cualidad y a la intensidad de los afectos; pero tiene una particularidad, hay afectos con los cuales el corazón está estrechamente ligado. Cuando alguien ama piensa en el corazón pero cuando alguien odia también piensa en el corazón, cuando alguien piensa en el valor piensa en el corazón, cuando piensa en la cobardía también, en la nobleza y en la traición,  en la concordia y en la discordia. O sea que al corazón se lo relaciona fundamentalmente con los afectos en pares antitéticos. Si giramos la naranja,  ¡oh casualidad! en el corazón circulan dos tipos de sangre, una llamada roja y otra azul que no pueden mezclarse porque atentan contra la vida. ¿Quién puede mezclar el odio con el amor al mismo tiempo? Se  podrá alternar al sentir ambos afectos pero nunca puede hacerse una mezcla.

Hay numerosos dichos que aluden al corazón. Los dichos lingüísticos son un acervo cultural de trasmisión generacional inconsciente, del cual todos participamos y no se estudian en la escuela, todos usamos dichos y nadie le pregunta al otro “que me quisiste decir con ese dicho”. Del corazón tenemos muchos: se dice “se me paró el corazón”, “fue como una puñalada en el pecho” que habitualmente se usa para definir una traición, “tuve un palpito o una corazonada”, “lo que me hizo me partió el corazón”,” hacer de tripas corazón”. Ninguno de estos dichos los aprendemos en la escuela, los sabemos porque la vida nos enfrenta a esas vivencias, la inteligencia de lo que se sabe porque se lo ha sentido, como dijimos antes.
Veamos cualidades del corazón y su significado, y seguimos mirando los diferentes lados de la naranja. Desde el punto de vista de la percepción somática, el corazón es central en la vida, si late hay vida. ¿Cómo se le ha llamado a eso desde el punto de vista psicológico? El marcapaso de la vida. ¿Por qué? Porque se sabe que aunque no lo percibamos, el corazón modifica dentro de un rango variable y normal la intensidad de los latidos, de acuerdo a las vivencias de instante presente. Se puede enlentecer cuando el miedo nos paraliza, se puede acelerar cuando el miedo es activo, se puede acelerar con la emotividad amorosa o con un enojo,  o sea que marca con las variaciones de su ritmo, no sólo el estar vivos, sino la cualidad del vivir presente.

Con el corazón se vincula también el presentimiento, el pálpito y el anhelo, también el recuerdo y la nostalgia.

Einstein dice que el tiempo no es una realidad, es una construcción tenaz, pero construcción al fin. Vamos a aclarar un poco todo esto.

Recordar etimológicamente refiere a “recordis” que quiere decir “volver a pasar por el corazón”. Al recuerdo se lo relaciona con el pasado, pero no es el pasado el que engendra la noción del recuerdo, es al revés, si  recuerdo algo, sé que es pasado, así como si lo presiento imagino que será futuro.¿ Por qué? Porque si yo no lo percibo ahora no es presente. Si lo puedo recordar construyo la noción de pasado, si imagino que va a suceder construyo la noción de futuro: pálpito, presentimiento.

Como a mí me encantan los tangos uso esta frase que me parece fantástica para dar cuenta de lo escencial de “recordar”: “quiero emborrachar mi corazón para apagar un loco amor que más que amor es un sufrir”. El verdadero “recordis” que nos hace mal es éste, el que se siente, no el que se rememora, ahí  la sabiduría fantástica del poeta, por eso lo dice así, porque si no se diría “quiero emborrachar a mi cabeza”. Quien se emborracha para olvidar, tomará y tomará y se olvidará de cómo se llama pero no dejará de llorar,  podemos afectar con el alcohol el cerebro o el hígado pero no afectamos al corazón, y el corazón es la sede de los afectos. La verdad de la poesía,  es tan verdad  como la de la ciencia, a veces  hay que escucharla un poco más. Eso no quiere decir que si alguien se quiere emborrachar por amor, está en todo su derecho.

Hay una cosa interesante además, nosotros tenemos una sola palabra para recordar, los italianos tienen dos. Usan “scordare” para arrancar del corazón y “dimenticare” para arrancar de la mente. Ellos sí diferencian cuando yo me quiero olvidar de un acontecimiento de cuando yo lo que quiero arrancar de mí  recuerdo  afectivo.

La lógica del corazón, y esto tiene que ver con lo que les dije al principio, es considerada una forma de inteligencia, “el corazón tiene razones que la razón ignora”, hay cosas que se saben porque se sienten, no porque  piensan.

Como dije antes, si padecer del corazón no es solo estar enfermo del corazón,  un paciente  puede tener  dificultades cardíacas de la personalidad  y tener un corazón somáticamente sano.

¿Cuáles son las habituales? Las podríamos agrupar en la dificultad para funcionar en la lógica del corazón, aceptando la alternancia de los afectos opuestos, hay gente que piensa que se tiene que ser sólo valiente y no se puede ser cobarde  ni por un momento.

Dificultad para integrar las razones del corazón con las razones del pensamiento: hay gente que tiene que poner mente fría,  porque si piensa cardíacamente lo desbordan los afectos y no puede funcionar en esa lógica.

Dificultad para afrontar las frustraciones del presente: cuando yo no acepto las frustraciones del presente tiendo a irme a recordar el pasado, lo que tuve y ya no tengo, o a imaginarme el futuro y digo “en el futuro va a ser mejor, lo que me falta hoy lo voy a tener mañana”. A veces sí y a veces no. Lo importante es convivir con el presente, y si es frustrante aceptar el doloroso proceso de duelo.

Dificultad para ir a ritmo de ese instante presente, esto es muy interesante para comprender a los pacientes con arritmia.

Dificultad para tolerar los afectos de alto impacto emocional. El Dr. Chiozza a ese  afecto de alto impacto emocional  lo denominó  “ignominia”, que quiere decir lo que no tiene nombre. Piensen en cualquier teleteatro  de la tarde o cualquier película, el paciente que se infarta sufrió algo de alto impacto emocional, se enteró que era hermano de la mujer con la que quería estar, se infartó cuando  quiebra económicamente, nunca se infartan cuando reciben la herencia, se infarta cuando se enteran que le robaron la plata, o sea, se infarta en aquellas situaciones inimaginables, impensadas,  que no tienen nombre, que no se puede describir la magnitud  de lo que  ha pasado.

Entonces, los conflictos inconscientes, (porque lo que nos enferma es lo que reprimimos), los conflictos inconscientes con lo cardiaco, y acá llegamos al final de la historia que es que cuando  yo los puedo, en el mejor de los casos, exteriorizar en dichos, digo “se me partió el corazón”, “lo que me hizo no tiene nombre”. Puedo poner en el dicho la magnitud de la vivencia porque el dicho amortigua la vivencia, si yo lo puedo decir ya lo estoy atemperando.

A veces no lo puedo atemperar entonces vivo el afecto en toda su enorme intensidad, y lo acompaño de palabras que apenas se acercan a la magnitud de la vivencia, tales como: “no te lo puedo ni explicar porque no tiene nombre que me haya hecho algo así”, lo está sintiendo en una magnitud importante, o me puedo infartar, y ahí es “cuando el cuerpo habla”.

Entonces hablan los labios,  habla el afecto o es el órgano el que habla directamente. ¿De qué depende que lo haga de una forma o de otra? Y como todo en la vida depende de que haga lo que puedo con lo que tengo, en cada momento, por eso alguien se puede enfermar o infartar en un acontecimiento y no en otro, aunque tenga cualidades similares, en ese momento la gota le derramo el vaso, con eso no pudo, pero lo importante es que está expresando que padece del corazón en formas distintas.

Si yo entiendo que estas distintas formas son provenientes de una misma fuente  sabré que la persona está padeciendo una  ignominia y voy a tratar de buscar el acontecimiento. En una de esas series de médicos que a mí me gusta ver, una de las protagonistas, era viuda y se le pierde el anillo de bodas en una guardia, hace un dolor precordial, se desmaya, le hacen un electrocardiograma, un espasmo, no había sido una obstrucción, y me pareció muy interesante porque cuando un médico compañero le pregunta al otro que le pasó, él le dice “hizo lo que se llama en medicina el síndrome del corazón partido”. ¿De donde lo sacó el libretista?  Para no dejarlos con la intriga, el anillo lo encontró una enfermera, pero la crisis de haberlo perdido la enfrentó a la magnitud del duelo. Muy interesante.

Lo que callamos con los labios podemos decirlo con el cuerpo, por eso el título “Cuando el cuerpo habla”. Si el cuerpo no hablara y no hablara múltiples lenguajes no existiría la posibilidad de hacer un diagnóstico médico, no existiría la posibilidad de hacer un diagnóstico psiquiátrico también y no existiría la posibilidad de comprender el padecimiento del ser humano, de ese otro que también soy yo, como un semejante”.

Gracias!!!

* Agradecemos a la Psic. Claudia Amorín el trabajo de desgrabación de esta Charla y a la Ps. Ximena Lerena su posterior lectura. Ambas colaboraron para que la publicación de la misma fuera posible.